Hoy me levanté queriendo ser un sol, pero no cualquier sol, queriendo ser ese que mira inversamente la ventana. Pretendiendo no
serlo pude arrojar los últimos despojos de mi
psique hacia el ventilador, que por supuesto es imaginario, ya que mi pieza carece de tal elemento.
Tan inútil y patético como siempre me levanté y me drogué para simular estar despierto, y aunque a veces no sucede lo logré. Caminé y ensayé los mismos pasos, procuré recorrer mis errores y volver a tropezar con ellos. Controlé mi bolsillo por las dudas. Minimicé los
desencuentros y alenté la desolación de saber que las metas están hechas para ser alcanzadas.
Alrededor de ese espectro
fantasmagórico se
encuentra el lamento de no haber podido resumir en pocas palabras un sentimiento que no es
inerte. El sentimiento es movimiento, es ese
flash metálico que es ajeno.
Restablecer es una palabra que encuentro carente de cualquier sentido, una palabra que por su propia naturaleza debería ser desterrada del lenguaje. Sería algo así como volver a establecer algo que por algún motivo se ha
desestablecido.
Volví sabiendo que todo es mentira, que viviendo en ese
placebo sustentable puedo dirigir mi camino al futuro. Hoy no pude distinguir la realidad de la locura, la imaginación me privó por momentos de la razón y por supuesto el espíritu guía que me dirige se apoderó de mis últimos interrogantes. Consecuencia de ello fue que no pude
responderlos. Es que existe un día en el año en que María está a punto de llorar,
veinticuatro en que Alicia es sumamente insoportable, treinta y ocho en los que Jorge se apasiona y trescientos sesenta y cinco en los que
Federico se levanta e intenta simular que está despierto.